Divina Gratia
Liturgia Católica
Imitación de Cristo
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Libro tercero
Capítulo LVII
No debe acobardarse demasiado el que cae en algunas
faltas.
Jesucristo:
1. Hijo, más me agradan la humildad y la paciencia en la adversidad
que el mucho
consuelo y devoción en la prosperidad. ¿Por qué te entristece una pequeña cosa
dicha contra ti? Aunque más fuera, no debieras inquietarte. Más ahora déjala
pasar, porque es la primera, ni nueva, ni será la última si mucho vivieres.
Harto esforzado eres cuando ninguna cosa contraria te viene. Aconsejas bien, y
sabes alentar a otros con palabras; pero cuando viene a tu puerta alguna
repentina tribulación, luego te falta consejo y esfuerzo. Mira tu gran
fragilidad que experimentas a cada paso en pequeñas ocasiones; más todo este mal
que te sucede, redunda en tu salud.
2. Apártalo como mejor supieres de tu corazón, y si llegó
a tocarte, no permitas
que te abata, ni te lleve embarazado mucho tiempo. Sufre a lo menos con
paciencia, si no puedes con alegría. Y si oyes algo contra tu gusto y te sientes
irritado, refrénate, y no dejes salir de tu boca alguna palabra desordenada que
pueda escandalizar a los inocentes. Presto se aquietará el ímpetu excitado de tu
corazón: y el dolor interior se dulcifica con la vuelta de la gracia. Aún vivo
Yo (dice el Señor) dispuesto para ayudarte y para consolarte más de lo
acostumbrado, si confías en Mí y me llamas devoción.
3. Ten buen ánimo, y apercíbete para
trances mayores. Aunque te veas muchas
veces atribulado, o gravemente tentado, no por eso está ya todo perdido. ¿Cómo
podrás tú estar siempre en un mismo estado de virtud, cuando le faltó al ángel
en el cielo, y al primer hombre en el paraíso? Yo soy el que levanta con entera
salud a los que lloran y traigo a mi divinidad los que lloran y traigo a mi
divinidad los que conocen su flaqueza.
EL ALMA:
4. Señor, bendita sea tu palabra, dulce
para mi boca, más que la miel y el panal.
¿Qué haría yo en tantas tribulaciones y angustias, si Tú no me animases con tus
santas palabras? Con tal que al fin llegue yo al puerto de salvación, ¿qué se me
da de cuanto hubiere padecido? Dame buen fin; dame una dulce partida de este
mundo. Acuérdate de mí, Dios mío, y guíame por camino derecho a tu reino.
Amén.