Doctrina Espiritual Capítulo IV |
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Doctrina Espiritual Capítulo IV
IMITAR A NUESTRO SEÑOR EN SU CASTIDAD
Qué hermosa es la generación casta junto al esplendor de la virtud
Estas palabras se adaptan muy bien á Nuestro Señor.
En el seno de Dios Padre, donde fue engendrado sin madre, y en el seno de la
Santísima Virgen, donde fue concebido sin padre, es donde hay que buscar el
origen y el modelo de la perfecta castidad. Estableceremos sobre ello cuatro
puntos de meditación.
1: Jesucristo es infinitamente puro en su generación eterna, porque procede
del Padre y del Hijo por vía de voluntad y de amor. Ahora bien: la
inteligencia es la más pura de todas las facultades en sus operaciones, y nada
hay más despojado de la materia que el verbo que ella produce. De todo ello
resulta como el Espíritu Santo, en virtud de su procedencia, es el principio de
la gracia y de la caridad, la mismo el Hijo, en virtud de su generación, es el
principio y origen de toda pureza.
Esta insondable pureza del Verbo Encarnado es y será eternamente el objeto de
la adoración de los ángeles y santos.
2: Jesucristo es infinitamente puro en su generación temporal a causa de la
unión personal del Verbo con nuestra naturaleza, a la que comunica de tal modo
el efecto formal de su santidad de Dios. Las otras perfecciones divinas no le
han sido comunicadas de la misma manera. La omnipotencia no constituye a la
humanidad en omnipotente, ni la inmensidad en inmensa; pero la santidad la
constituye formalmente santa. De modo que en virtud de la unión hipostática, el
hombre en Jesucristo es infinitamente santo, infinitamente puro, infinitamente
alejado de todo pecado.
3: Además, en la misma generación temporal, tiene otra clase de pureza por la
manera como fue concebido, habiéndose operado su concepción por el Espíritu
Santo en una virgen. Milagro inaudito, que es en Jesucristo una nueva fuente de
pureza, aunque, propiamente hablando, no sea infinita como las otras, es no
obstante inconcebible.
De este modo la santa Humanidad de Jesucristo es pura de todas las maneras
posibles; y su espíritu, su cuerpo, su sangre, su sentido, no solamente son
puros sino que son también otras tantas fuentes de pureza, sobre todo en las
almas que elige para que sean sus esposas y en las cuales quiere ser
espiritualmente concebido,
4: Esta generación mística de Jesucristo en las almas debe imitar la que el
Espíritu Santo operó en la Virgen María. Una pureza inmaculada dispuso a la
Santísima Virgen para cooperar con el Espíritu Santo en la Encarnación del Hijo
de Dios;
y en cierta manera se puede decir que por su incomparable pureza lo concibió en
sus castas entrañas.
Toda las purificaciones que se hacían en la Ley Antigua, eran figura de la
Purísima generación del
Hijo de Dios en el seno de la Santísima Virgen. Eran como la preparación. Era
preciso que el pueblo, del cual debía nacer el Hombre - Dios, fuese purificado
de tantas y distintas maneras y santificado con gran número de santas
ceremonias.
El epitalamio del matrimonio sagrado de María con el Espíritu Santo y de la
Encarnación del Verbo que sería su fruto, es el Cantar de los Cantares, en el
que la esposa, en el mismo sentido literal, es primeramente la santa Humanidad
de Jesucristo ; en segundo lugar, es la Santísima Virgen ; en tercer lugar, la
Santa Iglesia; y por último, cada alma en particular, ya sean aquéllas que
siempre han conservado su virginidad, ya las que habiéndola perdido y
habiéndose lavado en
el baño sagrado de la penitencia
han llegado luego al grado más alto de la castidad.
Deberíamos celebrar incesantemente las nupcias del divino matrimonio de
nuestras almas con Jesucristo: la confesión nos dispone con la gracia de la
pureza que nos comunica, la Misa es el Banquete nupcial, y la santa Comunión es
su consumación.
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