Jesucristo, Rey del Universo |
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Domingo, XXXIV semana. Jesucristo, Rey del Universo Apocalipsis
1,4-6.10.12-18; 2,26.28; 3,5.12.20-21 Venga a
nosotros tu reino Orígenes Opúsculo
sobre la oración 25 Si, como
dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni
anunciarán que está aquí o está allí, sino que el reino de Dios está dentro de
nosotros, pues la palabra está cerca de nosotros, en los labios y en el corazón,
sin duda, cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es que este
reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se
vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya
que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una
ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo
reina en ella, junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del
Evangelio: Vendremos a él y haremos morada en él. Este reino
de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena
perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una
vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue a Dios Padre su reino, y así
Dios lo será todo para todos. Por esto, rogando incesantemente con aquella
actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro
Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu
reino. Con
respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo
que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni
pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo, así tampoco pueden coexistir el
reino de Dios y el reino del pecado. Por
consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún
modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos
todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este
modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y
reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la
derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que
todos sus enemigos que y en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y
sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y
todas las fuerzas. Todo esto
puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede
ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde
está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este
nuestro ser, corruptible, debe vestirse de santidad y de incorrupción, y este
nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de
haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en
nosotros, comencemos a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la
resurrección Cristiano Catolico 18-10-2020 Sea bendita la Santa e inmaculada Purísima Concepción, de la bienaventurada Virgen Maria. Por siempre sea bendita y alabada. |