Conmemoración de todos los fieles difuntos |
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2
de noviembre
Conmemoración de todos los fieles difuntos Cuando el
día 2 de noviembre cae en domingo, aunque la misa se celebra de la Conmemoración
de todos los fieles difuntos, se dice el Oficio del domingo y no el de difuntos.
Sin embargo, las Laudes y Vísperas, con participación del pueblo, pueden
celebrarse de la Conmemoración de todos los fieles difuntos. Muramos con
Cristo, y viviremos con él Del libro
de san Ambrosio, obispo, sobre la muerte de su hermano Sátiro Vemos que
la muerte es una ganancia, y la vida un sufrimiento. Por esto, dice san Pablo:
Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Cristo, a través de la
muerte corporal, se nos convierte en espíritu de vida. Por tanto, muramos con
él, y viviremos con él. En cierto
modo, debemos irnos acostumbrando y disponiendo a morir, por este esfuerzo
cotidiano, que consiste en ir separando el alma de las concupiscencias del
cuerpo, que es como irla sacando fuera del mismo para colocarla en un lugar
elevado, donde no puedan alcanzarla ni pegarse a ella los deseos terrenales, lo
cual viene a ser como una imagen de la muerte, que nos evitará el castigo de la
muerte. Porque la ley de la carne está en oposición a la ley del espíritu e
induce a ésta a la ley del error. ¿Qué remedio hay para esto? ¿Quién me librará
de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo,
y le doy gracias. Tenemos un
médico, sigamos sus remedios. Nuestro remedio es la gracia de Cristo, y el
cuerpo presa de la muerte es nuestro propio cuerpo. Por lo tanto, emigremos del
cuerpo, para no vivir lejos del Señor; aunque vivimos en el cuerpo, no sigamos
las tendencias del cuerpo ni obremos en contra del orden natural, antes
busquemos con preferencia los dones de la gracia.
¿Qué más
podremos decir de su muerte, si el ejemplo de Cristo nos demuestra que ella sola
consiguió la inmortalidad y se redimió a sí misma? Por esto, no debemos deplorar
la muerte, ya que es causa de salvación para todos; no debemos rehuirla, puesto
que el Hijo de Dios no la rehuyó ni tuvo en menos el sufrirla. Además, la
muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella;
Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como
remedio. En efecto, la vida del hombre, condenada, por culpa del pecado, a un
duro trabajo y a un sufrimiemto intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era
necesario dar fin a estos males, de modo que la muerte resituyera lo que la vida
había perdido. La inmortalidad, en efecto, es más una carga que un bien, si no
entra en juego la gracia. Nuestro
espíritu aspira a abandonar las sinuosidades de esta vida y los enredos del
cuerpo terrenal y llegar a aquella asamblea celestial, a la que sólo llegan los
santos, para cantar a Dios aquella alabanza que, como nos dice la Escritura, le
cantan al son de la cítara: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios
omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no
temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque
vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento; y también para
contemplar, Jesús, tu boda mística, cuando la esposa en medio de la aclamación
de todos, será transportada de la tierra al cielo –a ti acude todo mortal–,
libre ya de las ataduras de este mundo y unida al espíritu. Este deseo
expresaba, con especial vehemencia, el salmista, cuando decía: Una cosa pido al
Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida y gozar
de la dulzura del Señor.
Oración Escucha,
Señor, nuestras súplicas, para que, al confesar la resurrección de Jesucristo,
tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza de que todos tus hijos
resucitaran. Por nuestro Señor Jesucristo. Cristiano Catolico 18-10-2020 Sea bendita la Santa e inmaculada Purísima Concepción, de la bienaventurada Virgen Maria. Por siempre sea bendita y alabada. |