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San Juan de Kety
23 de diciembre

San Juan de Kety

Presbítero

Nació en Kety, diócesis de Cracovia, el año 1390; se ordenó sacerdote y fue muchos años profesor de la universidad de Cracovia; después regentó la parroquia de Ilkus. A la fe, que exponía con acierto desde su cátedra, unió grandes virtudes sobre todo la piedad y la caridad con el prójimo, llegando a ser modelo para sus colegas y discípulos. Murió el año 1473.

Dios era el mismo en su corazón y en sus labios

De las cartas del papa Clemente trece.

Nadie duda que san Juan de Kety debe ser contado entre aquellos excelentes varones que fueron eximios por su santidad y doctrina, porque practicaban lo que enseñaban, y por la defensa de la fe ortodoxa, impugnada por los herejes. Mientras en las regiones vecinas pululaban las herejías y los cismas, el bienaventurado Juan enseñaba en la universidad de Cracovia la doctrina tomada de su más pura fuente, y confirmaba la más auténtica doctrina moral, que con mucho empeño explicaba al pueblo en sus sermones, con la humildad, castidad, misericordia, penitencia y todas las otras virtudes propias de un santo sacerdote y de un celoso ministro.

Así, pues, constituye no sólo una honra y gloria para los profesores de aquella universidad, sino que dejó un ejemplo maravilloso, que producirá abundantes frutos, para todos aquellos que se dedican a este ministerio, es decir, para que no cesen en su empeño de conseguir ser unos doctores perfectos, y para que se esfuercen en enseñar, con las palabras y con las obras, la ciencia de Dios, junto con las restantes disciplinas, para alabanza y gloria de Dios.

A la piedad con que se ocupaba de las cosas de Dios, se añadía su humildad, y, aunque aventajaba a todos en ciencia, se anonadaba a sí mismo y no se anteponía a nadie; más aún, deseaba ser despreciado y pospuesto por todos; y llegaba tan lejos que trataba con la misma equidad a los que lo despreciaban y denigraban.

A su humildad acompañaba una extraordinaria sencillez, propia de un niño, y por esto en sus hechos y dichos no había ni ambigüedad ni fingimiento; lo que tenía en el corazón lo proclamaba con sus labios. Si sospechaba que casualmente, al decir la verdad, había ofendido a alguien, antes de acercarse a celebrar, pedía perdón no tanto por su error como por el ajeno. Durante el día, una vez cumplido su deber de enseñar, se dirigía directamente a la iglesia, donde, por largo tiempo, se dedicaba a la oración y a la contemplación ante Cristo, escondido en la Eucaristía. Dios era el mismo en su corazón y en sus labios.

Oración

Dios todopoderoso, concédenos crecer en santidad ejemplo de san Juan de Kety, tu presbítero, para que, ejerciendo el amor y la misericordia con el prójimo, ob­tengamos nosotros tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.