Liturgia Católica

home


Vida DevotaTercera parte de la Introducción a la vida devota


CAPÍTULO XXII


ALGUNAS OTRAS ADVERTENCIAS SOBRE LAS AMISTADES


La amistad requiere una gran comunicación entre los amigos; de lo contrario, no puede nacer ni subsistir. Por esta causa, ocurre que, con la comunicación propia de la amistad, se deslizan y pasan insensiblemente de corazón a corazón otras comunicaciones, por una mutua infusión y recíproco cambio de afectos, de tendencias e impresiones.

 

Pero, de un modo particular, ocurre esto cuando tenemos en grande aprecio a aquel a quien amamos, porque, entonces, de tal manera abrimos el corazón a la amistad, que, con ella, fácilmente entran todas sus inclinaciones y afectos, tanto si son buenos como si son malos. Es cierto que las abejas que hacen la miel de Heraclea no buscan sino la miel, pero con la miel chupan insensiblemente las cualidades venenosas del acónito, entre el cual hacen su cosecha. Pues bien, Filotea, en este punto, es menester practicar las palabras que el Salvador de nuestras almas solía decir, como nos lo enseñan los antiguos: «Sed buenos cambistas y buenos negociantes de moneda», es decir, no aceptéis la moneda falsa junto a la buena, ni el oro de baja ley con el oro fino; separemos lo precioso de lo ruin, porque nadie hay que no tenga alguna imperfección. Y ¿qué razón hay para recibir mezcladas las taras y las imperfecciones del amigo, junto con su amistad? Ciertamente, es menester amarle, a pesar de su imperfección, pero sin amar ni recibir esta, porque la amistad supone la comunicación del bien, más no la del mal.

 

Así como los que extraen las arenas del río, las dejan en la ribera después de haber separado el oro, para llevárselo, de la misma manera los que gozan de la comunicación de alguna buena amistad, han de separar de ella la arena de las imperfecciones, y no dejarla penetrar en el alma. Cuenta San Gregorio, que muchos amaban y admiraban tanto a San Basilio, que se dejaban llevar hasta el extremo de imitarle aún en sus imperfecciones exteriores «en su hablar lento, en su espíritu abstracto y pensativo, en la forma de su barba y en su porte».

 

Y conocemos a maridos, esposas, hijas, amigos que, por tener en grande estima a sus amigos, a sus padres, a sus maridos, a sus esposas, adquieren, por condescendencia o por imitación, mil pequeños defectos, con el trato amistoso que sostienen. Ahora bien, esto en manera alguna se ha de hacer, pues cada uno harto y demasiado tiene con sus malas inclinaciones, sin necesidad de echar sobre sí las de los demás; y la amistad, no solo no exige esto, sino que, al contrario, nos obliga a ayudarnos los unos a los otros, para librarnos mutuamente de toda clase de imperfecciones. Es indudable que se han de soportar pacientemente, en el amigo, sus imperfecciones, pero no nos hemos de inclinar a ellas ni mucho menos trasladarlas a nosotros.


Y no hablo sino de las imperfecciones, porque, en cuanto a los pecados, ni los hemos de admitir, ni los hemos de soportar en el amigo. Es una amistad débil o mala, ver al amigo en peligro y no socorrerle, verle morir de una apostema y no atreverse a clavarle el bisturí de la corrección para salvarle. La verdadera y viva amistad, no puede conservarse entre los pecados.

 

Se dice de la salamandra que apaga el fuego sobre el cual se acuesta, y el pecado destruye la amistad, porque no puede subsistir si no es sobre la verdadera virtud.  ¡Cuánto menos, pues, hay que pecar por motivos de amistad! El amigo es enemigo, cuando quiere inducirnos al pecado, y merece perder la amistad, cuando pretende perder y condenar al amigo; y una de las señales más seguras de la falsa amistad es verla sostenida con una persona viciada por el pecado, sea cual sea este. Si la persona a quien amamos es viciosa es sin duda nuestra amistad, porque, no pudiendo referirse a la virtud verdadera, forzosamente ha de tomar pie de alguna virtud frívola o de alguna cualidad sensual.


La sociedad formada entre comerciantes con miras al provecho temporal, no tiene más que la apariencia de verdadera amistad, porque se inspira, no en el amor a las personas, sino en el amor al lucro.


Finalmente, estas dos divinas afirmaciones son dos grandes columnas para asegurar bien la vida cristiana. Una es del Sabio: «El que teme a Dios siempre tendrá buena amistad»; la otra es de Santiago Apóstol: «La amistad de este mundo es enemiga de Dios».


Ave María Purísima
Cristiano Católico 18-12-2012  Año de la Fe
Vida Devota



Sea Bendita la Santa e Inmaculada Purísima Concepción de la Santísima Virgen María